Comentario
Paralelamente a las operaciones sobre la frontera alemana iba a desarrollarse una operación que luego hará correr ríos de tinta a los historiadores aliados (británicos, en general) que trataron de justificarla: la operación aerotransportada de Arnhem. A mediados de septiembre los Aliados deciden rodear la Línea Sigfrido por el norte, y caer tras las líneas alemanas en Holanda, con una amplia maniobra que requería la toma de puentes y pasos sobre el Rhin y otros ríos holandeses y la ocupación de algunas ciudades, en concreto, cuatro pasos estratégicos: sobre el río Waal, en Nimega, sobre el canal Wilhelmina en Eindhoven, sobre el Lek en Arnhem, y sobre el Mosa en Grave. Esto permitiría despejar el camino al II Ejército británico en el Bajo Rhin, que debería unirse a los aerotransportados y avanzar. Para la operación se emplearían las divisiones aerotransportadas norteamericanas 101.ª y 82.ª y la británica 1.ª, con una brigada paracaidista polaca, protegidas por 1.240 cazas y precedidas por 1.000 bombarderos.
La operación era delicada, pues dependía del tiempo atmosférico y de la resistencia y rapidez de los paracaidistas, como el propio Montgomery sabía. El 17 de septiembre los norteamericanos descendían sobre Nimega y Eindhoven, y los británicos sobre Arnhem, con los polacos. La mayor reacción la sufrieron los británico-polacos de la zona de Arnhem: la niebla dificultó enormemente la acción y una unidad acorazada alemana consiguió aislar a las fuerzas enemigas durante 10 días -en vez de los dos días previstos-, pues se habían percatado de cuál era la dirección del ataque, concentrando sus reservas, y semianiquilando a los paracaidistas británicos y polacos antes de que pudieran socorrerlos. El 26 de septiembre los paracaidistas se retiraban sin haber permitido que las tropas de tierra pudiesen lanzar el ataque previsto. Se había ocupado Nimega, pero no Arnhem. La operación había sido un fracaso, y restó mucha rapidez al avance aliado. Sus causas, según Wilmot y otros historiadores, fueron que la división británica descendió demasiado lejos de su objetivo; que su comandante, general Urquhart, perdió tiempo y energías en crearse una base firme demasiado exigua como para desde ella capturar el objetivo; que la reacción alemana fue más fuerte de lo que se esperaba; y el mal tiempo (2). Arnhem convenció aun más, si cabe, a Eisenhower, de que su concepción del avance en todos los sentidos era la más acertada.
Los alemanes habían salvado por el momento el Ruhr, pero estaban exhaustos y sus divisiones compuestas con elementos heterogéneos, eran cada vez de peor calidad.